jueves, 2 de abril de 2009

Los maniquíes y la circularidad


 
   Siempre los domingos la ciudad se adormece. Cesa el redoblar de los autos, las bocinas, los gritos, la gente corriendo de un lado a otro. Entonces busco la calle, porque las pastillas para rebatir el miedo a salir solo tienen efecto únicamente los domingos.
   Mirando las vidrieras escudadas en rejas sueño con llegar a ser maniquí. Esos curiosos inmóviles están expuestos pero protegidos, los transeúntes se fijan en ellos pero no se fijan, les importa más si lo que llevan es jeans o tela, si no se encorvará al primer lavado o si es celeste, porque el celeste está de moda. Además está el vidrio, rígido, y las rejas los domingos y feriados.
   Vivir de esa manera si que es vivir, modelan y son modelados por los desfiles oculares, por los sombreros y los vestidos que creen mirarlos, que intentan resistirse y pasan rápido, y por la inmensa mayoría que cautivan. Son ellos los que en definitiva eligen.
   Siendo maniquí uno es espectador y protagonista, no necesita del cine para crearse ilusiones de existencia grata, ensoñaciones de amores eternos o de aventuras. Ni buscar tesoros o salvar al mundo, porque el mundo ya está salvado, está cúbico-salvado, atrapado en esa transparencia abierta, en ese adentro-afuera. ¡Con lo que cuesta encerrar al mundo sin encerrarse uno mismo! Ni planificando viajes, porque da igual, siempre, desde Colón o poco antes, giramos en un círculo donde el centro no es el sol sino uno mismo, como un tiro al blanco o como el juego de embocar los aretes en los pilares que hay en las ferias. Pero que pasa ¿es usted muy ambicioso? Lamento decepcionarlo pero todos los aretes están falseados, son más pequeños que los pilares, de ahí resulta que la lógica de los conjuntos es falsa, es un ir y venir al pedo, en redondo. Aunque ahora, no lo voy a negar, están muy de moda los viajes a la luna, que ponen en tela de juicio esa circularidad, se usan. Entonces desearía ser maniquí de viajes a la luna, y salir en una propaganda cúbico-salvada (porque el televisor es de la misma esencia que la vidriera del maniquí). Pero eso sí, decir la verdad, sino volveríamos al cine y a creernos esas ilusiones de que las vidrieras de la pantalla están abiertas, y lo que le pasa a Robert de Niro me pasa a mi. No! Decir algo concreto, por ejemplo que se ofrecen viajes a la luna, que son muy accesibles para el multimillonario promedio y que llame a tal número. Nada más, nada de promesas vacías o de intentar pasar la barrera. Yo miro la cámara, ustedes me miran, pero yo sigo adentro de mi mundo cúbico-salvado. Seguro serían muy vendidos estos viajes porque la gente por lo común no suele encerrarse detrás de rejas o mirar una pantalla todo el día mientras son solo espectadores, ajenos a su vida. No! La gente sale mucho, se manifiesta, no solo los domingos, sino los miércoles y los viernes también, y cuando se les acaba la circularidad del mundo buscan otra cosa. Que lástima que yo solo sea el maniquí de estos viajes a la luna, que de disponer de un pequeño capital para el emprendimiento me hago rico seguro, y viajo también yo. Pero quizás algún día todos viajen a la luna, entonces voy a extender tanto la vidriera hasta que abarque toda la redondez del planeta, y desde acá les voy a enviar ofertas para viajar a Marte o Saturno. Y cuando así pase yo por fin voy a dejar los domingos y saldré un lunes o un jueves.

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