sábado, 20 de marzo de 2010

Entrelazados

Esa noche M. había decidido caminar de regreso a su casa. El estado de las cosas durante la cena con amigos, la conversación abrumadora y las reiteradas ausencias a las que se sentía expuesto, hacían que sus ideas fueran como botes a merced de la rompiente, y supuso que una caminata las aliviaría.
Se despidió de S. en la esquina; lucía tan bella, tan luna de marzo entre las espigas de trigo que se hamacaban sobre las mejillas. Luego se fue dando pasos livianos por la vereda oscura, magullada por luces de galaxias diminutas sobre las que giraban esteroides de cucarachas y catangas.
A los pocos metros un temor larvario comenzó a estrujarle la boca del estómago: era una evidente zona de malandras y travestis que se recluían entre los árboles. Por lo demás era un desierto. En la esquina, por la vereda de enfrente, dobló una sombra que M. quiso reconocer como un hombre de mediana estatura, levemente encorvado por el frío y las manos en los bolsillos. Caminaron paralelos durante unos minutos, cada uno en su vereda. En un instante M. volteó para verlo, pero se encontró con que el otro también lo observaba y sintió un pudor cómplice, al mismo tiempo que un sesgo de alivio por poder compartir su soledad.
Así anduvieron unas cuadras. Cuando M. encendió el segundo cigarro y notó que el otro también fumaba quiso ofrecerle fuego, pero era un día difícil, de confusiones, e intuyó en el gesto del extraño la misma intención generosa mientras veía chisporrotear en su mano negra el cigarrillo ya encendido. No tenía excusa así que siguió caminando.
La calle, a medida que avanzaban, se volvía más oscura, y el asfalto presentaba ruinas y ornamentos de hojalata que volvían temeroso el trayecto. Las casas, pequeñas, se desgastaban desde los edificios como la inercia se desgasta por la gravedad. Todo eso revelaba que estaban entrando en los barrios. M. pensó en acercarse al transeúnte, preguntarle hacia donde se dirigía, o si quería cruzar una palabras con él para hacer mas ameno el viaje, pero vio con infortunio en el otro la misma detención, y las mismas palabras a medio decir, y se asustó. “Quizás esté persiguiéndome” pensó “Quizás quiera saber donde vivo”. Entonces apuró el paso. El otro sorteó una o dos damas de grisáceos mentones y se echó a andar a igual velocidad. El corazón de M. parecía reclamar violentamente más espacio en su pecho, y una incandescencia en las manos hizo que se restregara la camisa “¿Por qué no habré aceptado la propuesta de quedarme con S.?”
El otro encendía el tercer cigarro mientras ambos alcanzaban con puntualidad la esquina, los dos a la misma vez. Pero del lado del extraño alguien lo esperaba. Su ingenuidad de mosquito hizo que no se detuviera, y el tipo se interpuso en su camino. M. solo observaba de reojo mientras el viento le acercaba retazos del diálogo:

-¡Dame todo lo que tengas!-

(El extraño seguía inmóvil)

-¡Dame toda la plata carajo!-

M. se estremeció y giró para observar la escena. Allí estaba el caminante de la vereda contraria, buscando su ayuda con una mirada precisa, no de remedio o de terror, sino de oráculo, de destino ya cantado. Estaba mudo. Bajo el resplandor de la luna brilló una hoja metálica que el asesino no dudó en probar sobre el costado del enigmático ajeno. Segundos después caía moribundo en el piso, mientras el buitre se hacía con su billetera y su libertad.
M. intentó cruzar para socorrerlo, pero en el frío de la noche un calor líquido le recorría la piel del estómago. Agachó la vista para observar atónito la misma herida que estaba acabando con la vida de aquel pobre infeliz. No hubo tiempo para pensar. Primero chocó las rodillas contra las baldosas, luego la cabeza y los hombros. Al fin la mirada apuntando en línea recta a los ojos del extraño, ojos que se extinguían lentamente, como los suyos.

3 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

hola soy maia, yo tambien escribo y me gusta mucho tu manera de contar las cosas, me gustaría poder ponerme en contacto con vos.
saludos
mAiA

Roy Jacob dijo...

Hola Maia, sería un gusto para mi que me puedas dar a conocer tus escritos.
Pronto voy a agregar un espacio para que autores amigos presenten sus producciones.

Escribime a jacroy63@hotmail.com y desde ahi conversamos.